EL TORREÓN
De lo que fue recinto fortificado y airoso castillo, queda una hermosa y solitaria torre del homenaje, presumiblemente la única que tuviera el recinto. Debemos imaginarnos nuestro “Cubo” rodeado en las duras laderas de ascenso a las sucesivas murallas y empalizadas perfectamente adaptadas al terreno, lo cual unido a lo escarpado de sus partes más inaccesibles lo convertían en una plaza temible de muy difícil asalto.
Está realizado de sillería de arenisca, alcanzando un espesor de 1,7 m. que va disminuyendo en altura. Presenta planta cuadrangular de 12 m. de lado y sus 18 m. de altura se organizan en cuatro cuerpos:
- El primero ciego, posiblemente destinado a la guarnición.
- El segundo tiene la puerta, que sin lugar a duda era levadiza, restos de matacán al Oeste y dos ventanales al Este y Sur.
- El tercero presenta tres saeteras y un balcón. Por ese lado es por el que se escapó, bajando con un cordel o por sábanas anudadas, don Enrique Enríquez, que había sido encarcelado en ese torreón por don Álvaro de Luna, su propietario desde 1441.
- El último tiene una saetera en cada lado y se corona con almenaje perforado por aspilleras.
De los restos que fortificaban el cerro quedan pequeños vestigios y en el exterior quedan claros restos de un aljibe trapezoidal excavado en la roca, a cielo abierto.
La robustez de sus muros le ha permitido llegar a nuestros días conservando bien sus calcáreos y gruesos muros e incluso las almenas caladas, una sí y otra no, por saeteras. Todo el interior de material perecedero se ha derrumbado y ha sido reconstruido.
Es difícil determinar con exactitud la fecha de construcción del “Cubo”, es seguro que se trata de una construcción cristiana ya que las atalayas medievales son de forma circular y de mucha menos consistencia y extensión. Casi con toda seguridad se construiría durante el siglo IX y a sus faldas se fue extendiendo una población, que iría creciendo según las distintas repoblaciones.